jueves, 4 de septiembre de 2008

CUENTO

SUCIO


Ese día amanecí completamente enfermo. El dolor en el estómago era tan intenso que apenas podía mantenerme en pie. Y por momentos el dolor se agudizaba, y era como si me clavaran puñaladas, pero desde adentro del estómago. Me vestí como pude y tambaleándome llegué al ascensor. Salí despedido hacia la calle en busca de un taxi. Cuando, por fin subí a uno, fue como si encontrara agua en el desierto.
-¿Adónde vamos, maestro?- me preguntó el chofer mirándome por el espejo retrovisor.
-Al hospital más cercano, por favor… -le dije.
El auto arrancó. Viéndolas a través de la ventanilla del taxi, las calles se extendían hacia el horizonte como heridas abiertas. Y las personas, los autos, las motos que pululaban por ahí me parecían gérmenes y bacterias rapiñando lo último que quedara de alimento en el cuerpo sucio, putrefacto y enfermo en que se había convertido esta ciudad.
-¿Se siente mal?- preguntó el taxista, sin dejar de mirarme por el espejito.
-Siento como si tuviera una bala de cañón en el estómago- le dije.
-Eso es de Fitzgerald-me dijo.
Lo odié. Odié su taxi. Odié su cara reflejada en el espejo. Odié la radio que escuchaba. Odié el sucio asiento donde estaba sentado y la sucia franela que tenía sobre sus piernas. Odié que me llame maestro.
-¿"Qué va a conocer a Fitzgerald este infeliz”? o “A este salame le digo cualquier cosa…total yo sigo pensando en mis cositas de gran señor..” Debe haber pensado Usted… ¿no maestro?- me dijo- Dígame una cosa: usted se cree mejor que yo, ¿no?
-¿Por qué me dice eso?- le dije.
-Porque yo conozco a la gente como usted – me dijo. A usted lo reconocí apenas se subió al taxi, es más, diría que lo reconocí antes que subiera al taxi, por la forma en que estaba parado, por la forma en que extendió su brazo cuando me paró, con indiferencia, como si no le importara… ahí ya me di cuenta la clase de persona que usted es. Usted es de los que se creen artistas. Seguro que leyó dos novelitas y pensó: ”Yo también puedo hacerlo” pero resulta que usted no escribe. Usted no pinta. Usted no hace nada. Ni siquiera tiene el coraje de mirarse al espejo y ver qué es lo que ve. ¡Y encima cita a Fitzgerald! ¿Por qué no se deja de engañar a la gente y se busca un trabajo? Llegamos. Ni se le ocurra querer pagarme. Váyase y hágase atender, que ya me arruinó el día.
Me escapé del chiflado ése y me zambullí en el hospital en busca de la Guardia.
Me atendió una enfermera, oscura y obesa, vestía un ambo celeste, sucio y raído.
-¿Qué le anda pasando? – me preguntó.
-Siento como si tuviera un bala de cañón en el estómago- le dije.
-Eso es de Fitzgerald- me dijo.

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2 comentarios:

lamberto arevalo dijo...

genial

Carol L dijo...

demás está decir que sos un genio.....hace 22 años que lo pienso y ahora lo confirmo!!!