jueves, 4 de septiembre de 2008

OBRA LITERARIA

M E M O


Todavía temblábamos cuando me salí de ella y me dejé caer a su lado. Nos quedamos los dos respirando y mirando el techo.
-A veces siento que te abrazo demasiado fuerte, perdoname – le dije
-No me molesta- dijo ella.
-Sepa disculpar las molestias, estamos trabajando para mejorar su atención- le dije.
-Tonto…- me dijo dedicándome una sonrisa que iluminó todo el cuarto.
Utilizar el lenguaje laboral era uno de nuestros pasatiempos favoritos, así había empezado nuestra relación, cuando las miradas a través del vidrio que separaba su escritorio del mío se hicieron más que evidentes, le mandé el siguiente memo:

Para:

María Morales
De:
Gerardo Durán- Gerente de Ventas
Asunto:
Reunión
En el área externa de ventas, situada en el bar de la esquina, se llevará a cabo una reunión extraordinaria el día 22 de Abril del 2007 a las 19:30 hs. En dicha reunión se discutirán los temas referentes al incremento de interés que su persona ha despertado en el firmante durante el último trimestre.
Es muy importante contar con su presencia.
Saludos a UD.
Atentamente
Gerardo Duran
Gerente Ventas

La verdad es que no esperaba que viniese. Mejor dicho: me daba igual que viniese o no.Pero vino. Y así comenzamos a vernos. Nos empezamos a encontrar una vez por semana, a la salida del trabajo, pasábamos unas horas juntos y después cada uno a su casa, de vuelta a nuestras familias.
-Si tuvieses que elegir un defecto, ¿cuál elegirías: hablar con la zeta o hablar arrastrando las erres?-me preguntó un día.
- Depende-le contesté tratando de ganar tiempo para elaborar una respuesta que estuviera a la altura de la originalidad de la pregunta.
-¿Depende de qué?-me dijo.
-Depende de donde viviera-le dije-. Si viviese en España elegiría hablar con la zeta. En cambio, si estuviese en Francia, elegiría arrastrar las erres. De esta forma, podría camuflar un poco mi defecto.
Nos quedábamos los dos mirando el ventilador de techo y oyendo nuestras respiraciones. Y así pasábamos los días, sin esperar nada el uno del otro. Sin pedirnos nada ni reclamarnos nada. Si alguno de los dos no podía ir a alguno de nuestros encuentros, avisaba y listo:

Para:

Gerardo Durán- Gerente de Ventas
De:
Marìa Morales
Asunto:
Reunión suspendida.
Por la presente, cumplo en informarle que la reunión extraordinaria programada para el día de la fecha en el área externa de ventas, situada en el bar de la esquina, deberá ser suspendida debido a que la firmante se encuentra atravesando un proceso fisiológico que le impide hacer acto de presencia y le resta la disponibilidad que dicha reunión amerita.
Asimismo solicito a UD tenga a bien programar una nueva reunión que bien podría ser dentro de siete días en el lugar antes mencionado.
Saludos a UD.
Atentamente
María Morales.


Esto era lo que más me gustaba: No puedo ir porque estoy indispuesta. Dejaba en claro el único objetivo, o el más importante, de nuestros encuentros. Nada de podríamos tomar un café y charlar o tenemos que hablar, o algo así. Supongo que en su casa diría que estaba haciendo un curso de yoga o reiki, nunca me molesté en preguntarle.
-¿Naciste por parto natural o por cesárea? – me preguntó ella otro día.
-Por parto natural- le contesté.
-Ay…qué lindo-me dijo arrullándose a mi lado.
- ¿Qué tiene de lindo?- le pregunté.
-No sé… me gusta que hayas nacido por parto natural- me dijo.
- ¿Y si hubiese nacido por cesárea…?-le dije
-Supongo que te dejaría…-me dijo.
Comencé a vestirme pensando en el médico que atendió a mi madre cuando yo nací. Era el médico de la familia, fue mi pediatra y también me atendió cuando tuve mi primera venérea. Venía a cenar a casa una vez por semana y de paso nos revisaba a todos. Mamá cocinaba especialmente para él. El llegaba, se comía todo, decía que estábamos perfectos y se iba. Después mis hermanos y yo nos dedicábamos a imitarlo. Nos auscultábamos con un vaso y repetíamos: es normal, es normal; que era su invariable respuesta ante cada duda que mamá le planteaba. Lo gracioso era que nosotros lo hacíamos sin dejar de comer. Nos llenábamos la boca con pan o con lo que sea y repetíamos: es normal, es normal… Unificando en el tiempo sus dos grandes rasgos (su gula y su muletilla) habíamos creado un nuevo ser, un médico que auscultaba a sus pacientes sin poder dejar de comer, que nos hacía atragantar de la risa.
-Ahora te reís solo- me trajo de vuelta al presente María.
-Es normal, es normal- le dije mientras le pasaba la mano por el pelo.

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